sábado, 18 de septiembre de 2010

Sobre Walter Benjamin

Queridas primas, para muestra un botón:

TIENDA DE SELLOS

A quien revisa atados de correspondencia vieja, un sello retirado de la circulación hace tiempo y pegado en algún sobre frágil, le dirá a menudo más que docenas de páginas leídas.

(…) Las cartas que llevan mucho tiempo sin abrir adquieren cierto aire brutal; son desheredadas que, malignamente y en silencio, traman venganza por sus largos días de sufrimiento. Muchas de ellas serán más tarde, en los escaparates de las tiendas de sellos, los sobres con sellos impreso estigmatizados por matasellos a lo ancho y largo de su superficie.

Hay, como se sabe, coleccionistas que sólo se interesan por los sellos usados, y uno creería fácilmente que son los únicos que han logrado penetrar el secreto. Se aferran a la parte oculta del sello: el matasellos. Porque el matasellos se su lado nocturno. Los hay solemnes, que dibujan una aureola sobre la cabeza de la reina Victoria, y proféticos, que ciñen a Humberto la corona del martirio. Pero ninguna fantasía sádica se aproxima al negro procedimiento que cubre de estrías los rostros y, como un terremoto, abre grietas en la superficie de continentes enteros. Y el placer perverso que produce el contraste entre el cuerpo ultrajado del sello y su blanco vestido de tul, guarnecido de encajes: el dentado. Quien ande tras los matasellos deberá poseer, como detective, la filiación de las oficinas de correos más sospechosas, como arqueólogo, el arte de completar el torso de los más ignotos topónimos, y, como cabalista, el inventario de las fechas de todo un siglo.

En Dirección Única de Walter Benjamin (1928)

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